Mi pequeña nieta
de ojos almendrados,
me pidió muy tierna
que le diera el tiempo.
Era un relojito de arena
lo que ella quería,
y su cara de seda
se iluminó al tomarlo.
Y desde ese instante
controla mi tiempo.
Con reloj en mano
muy seria me dice
-se acabó tu tiempo-
y yo sé que es cierto:
el tiempo se acaba
siempre tan de prisa
cuando estoy con ella.
¿Te regalo tiempo?
me dice risueña
y da vuelta su pequeño reloj.
¡Bendita inocencia!
¡Lo cree tan fácil!
Misntras una lágrima
recorre mi rostro.
Mi adorada niña
no sabes que el tiempo
transcurre... y no vuelve.
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